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Lectura para el informe # 3 La relación con la vocación por Jorge Waxemberg
La vocación no es una opción más entre un abanico de actividades posibles; es lo que da sentido a toda actividad para que produzca no sólo el desarrollo de habilidades sino del ser humano integral. Aunque cada persona tenga aptitudes diferentes, todas tienen capacidad para desarrollar su conciencia. Todos los seres humanos, entonces, tienen potencialmente vocación, pero cada uno despierta a ella a través de un proceso de conocimiento interior que lleva tiempo y esfuerzo. Una persona actualiza su vocación cuando responde de manera efectiva a su necesidad de expandir su conciencia. La relación del ser humano con su vocación expresa el grado de armonía entre su quehacer cotidiano y el significado total que da a su vida. Se pueden distinguir etapas en la relación con la vocación. • La primera etapa es de descubrimiento. • La segunda etapa es de discernimiento. • La tercera etapa es de integración. La primera etapa comienza cuando uno descubre que vivir es un arte, que no necesariamente tiene que recorrer caminos trazados por otros, que puede trabajar en el conocimiento de sí mismo y forjar su destino en relación con una realidad que trasciende sus objetivos inmediatos. Se despierta su interés por temas nuevos, no vinculados con el deseo de alcanzar posiciones, tener y gozar más, sino con el de alcanzar paz interior, mejor comprensión y, especialmente, con el de dar sentido a su vida. Si bien este paso abre un vasto campo de experimentación y de descubrimiento, también marca una división entre los intereses relacionados con la vida habitual del ser humano y los de la nueva vida que vislumbra en su interior: lo material por un lado y lo espiritual por otro. Esta dualidad que uno crea con su actitud es buena en un principio, porque le da la fuerza del dogmatismo para cambiar sus hábitos y orientar sus esfuerzos hacia un fin más noble y trascendente que el de la autosatisfacción. En la segunda etapa el ser humano comprende que la contraposición entre su ideal y la vida cotidiana no es real, que dicotomía es ignorancia; pero todavía no sabe cómo integrar las dos fuerzas opuestas que lo mueven: sus verdaderos anhelos por un lado y su naturaleza instintiva por el otro. Ni la euforia de los primeros tiempos del descubrimiento de su vocación ni el dogmatismo le sirven de apoyo. Sólo lo sostiene su creciente capacidad de discernir. Esta etapa se caracteriza por la reflexión y el estudio que uno hace de sí mismo. Su vocación le exige revisar todos y cada uno de sus actos, sentimientos y pensamientos para ver si se adecuan o no al cumplimiento de su ideal. El alma se sacrifica por su ideal; pero todavía no lo ama por sobre todas las cosas. A pesar de las constantes tentativas para responder a su vocación todavía es presa fácil de las reacciones negativas y del desaliento. El arte de vivir muchas veces lleva a contrariar deseos muy arraigados. Por ello, si bien la vocación espiritual no crea dificultades, hace evidentes los aspectos personales que es preciso superar para desenvolverse. Uno va descubriendo esos aspectos en la medida en que trata de vivir de acuerdo con su vocación. Por ejemplo, la contrariedad y las reacciones agresivas son puntos sobre los cuales necesita trabajar para continuar su adelanto. Si en vez de desperdiciar su energía con descargas dañinas pone atención al proceso que se desencadena en su interior, puede conocerse mejor y trabajar más a fondo en la transmutación de esa energía. Si, por el contrario, elige cerrar los ojos a su desenvolvimiento, comienza a pensar que su vocación le crea problemas, que le quita tiempo, que traba sus relaciones. Otro aspecto que pesa sobre el alma es la tendencia al desaliento que produce la aridez interior. El trabajo sobre uno mismo se torna rutinario y uno no encuentra el consuelo que antes lo aliviaba. Al contrario, descubre más fácilmente aspectos dolorosos de la vida que no puede ni eliminar ni resolver como desearía. Si bien alcanzó a discernir su ideal, no comprende todavía la naturaleza del trabajo espiritual; esto lo desanima y hace vacilar en su empeño. Cuando el ser humano comprende que la hesitación es regresión, que no puede paralizarse a la espera de una intervención milagrosa que lo haga libre, cuando decide hacerse totalmente responsable de su desenvolvimiento y al mismo tiempo acepta los designios de La vocación no elimina la incertidumbre ni el dolor de la vida, pero enseña a vivir con más sabiduría y a enfrentar el sufrimiento de manera que incluso las circunstancias que parecen más desfavorables produzcan el florecimiento de las mejores posibilidades humanas. El alma comprende recién en esta etapa que vivir la vocación no le roba tiempo. Al contrario, multiplica su tiempo por la sabiduría con que elige sus prioridades, por la armonía y sensatez con que organiza el día, por su capacidad de estar donde debe estar, de atender a lo que hace, de generar en cada momento los sentimientos que despiertan las respuestas más nobles y beneficiosas para todos. La realización de la vocación no tiene un punto final en el que se pueda decir “He cumplido.” La vocación implica una forma de vivir que desarrolla la capacidad de ser dueño de sí mismo, de estar al servicio de todos los seres humanos y de expandir continuamente la conciencia. Las almas que hacen de su vocación su arte de vivir se muestran sencillas y naturales, sin pretensiones de realizaciones extraordinarias. Por eso pueden mantener espontáneamente una relación amable y fructífera con todos los seres humanos, a través de la cual trasmiten su paz y sabiduría. VOCACION Y REALIZACION PERSONAL Por: Antonio Sender
La interpretación religiosa que del término vocación se ha hecho ha distorsionado, en buena parte, su profunda significación. La palabra vocación no puede quedar limitada al contexto espiritual, su significado tiene amplitud total pues se extiende a todos los seres humanos. Decir vocación es expresar lo esencial de nuestro ser, nuestro diseño interior, aquello que ha de configurarnos como personas. Nuestro proyecto vital. “La persona no es una realidad que tiene una vocación, sino que es sencillamente vocación” (Monnier). Cuando hablamos de vocación estamos hablando de aquello que verdaderamente somos pues todo ser humano es, en principio y en esencia, una vocación. De aquí la imposibilidad de una realización personal completa y madura si esta no se asienta en las estructuras internas que conforman su vocación. Todo cobra sentido y se sostiene cuando lo realizado es consecuencia de un “ir rellenando” el esqueleto estructural marcado por la vocación individual de cada uno. Al igual que músculos, carne y demás elementos vitales se configuran sobre una estructura ósea hasta constituirse como cuerpo, así se configura la personalidad sobre la estructura vocacional. Si dicha estructura falta, las acciones humanas se desmoronan originando retazos, trozos de lo que podrían y deberían ser auténticas personas. La vocación es a la persona lo que el esqueleto al cuerpo, lo que la estructura hormigonada es al edificio. La persona se realizará “como tal” en la medida que responda a las exigencias de su estructura interior, pues somos, en origen, un poder ser, una potencialidad que sólo alcanzará su plenitud haciendo de la realidad estática de nuestra vocación una realidad dinámica. El sabio consejo del oráculo de Delfos que Sócrates hizo suyo: “conócete a ti mismo” podría tener sentido práctico traduciéndolo por : conozcamos nuestra auténtica vocación y hagámoslo averiguando nuestras aptitudes, los instrumentos de que estamos mejor dotados para actuar; sopesando el grado y clase de nuestra inteligencia para de esta forma saber el nivel de riesgo de nuestros proyectos. Hagámoslo, sobre todo, concienciando aquello de que de verdad nos motiva, lo que hace vibre lo más interno de nuestro ser, porque ahí se halla, sin duda, el por qué y el para de nuestra existencia.
Motivación, inteligencia y aptitudes son los ejes configuradores de la vocación. En su conocimiento y en su posterior ejecución se asienta el edificio de la realización personal. Una personalidad completa y madura es el resultado de una vocación realizada. Nadie debería entrar en el complejo mundo del trabajo profesional sin antes analizar con seriedad si el trabajo iniciado se corresponde con su manera interna de ser, o en otras palabras, si existe armonía entre la profesión escogida y la propia vocación. Lo que escogemos ha de ser siempre potenciador de lo que somos. De no ser así, habremos fracasado en lo más importante: en llegar a ser la clase de persona configurada en nuestro ser interior. Seremos un proyecto nunca terminado. Problemas y desequilibrios emocionales, generadores de infelicidad, tienen como causa primera la desarmonía entre lo que hacemos y lo que somos. Una psicoterapia segura y eficaz tiene lugar cuando lo vocacional y la profesión se armonizan. Actuemos y construyamos, pero respetando la estructura de lo que somos. Elegir una profesión no es tan sólo escoger un “modus vivendi” es muchísimo más que eso, es escoger nuestro destino de persona. Un trabajo convertido en mero medio de subsistencia pierde todo sentido transformador y perfeccionador de lo humano. El trabajo habría de ser, ante todo y sobre todo, un instrumento de realización personal. Son muchos los que ignorantes de su vocación, comienzan a trabajar “en lo que salga”, y lo que de allí acostumbra a salir es decepción y hastío. No es culpable el trabajo sino su elección. Mientras el esfuerzo no tenga para nosotros un sentido, servirá para ganar dinero, pero nunca para nuestra realización personal. Sólo la vocación da sentido a cualquier esfuerzo, no importa lo grande que éste sea. Quien halla su auténtica vocación y la sigue pasa a formar parte de una élite de personas para quienes el trabajo pierde la connotación de maldición bíblica para convertirse en un auténtico placer. Si existe algo serio en la vida, sin duda es aquello que hacemos con nuestro proyecto vital. Hallar nuestra auténtica vocación y seguirla es la única manera de convertir en obra maestra nuestro diseño de ser, y es también una de las formas más seguras de alcanzar la felicidad.
VOCACIÓN HUMANA Y PROFESIÓN Al hablar de vocación humana queremos decir que el hombre tiene un destino ó misión en el mundo, que debe ir realizando mediante su propia actividad, convirtiéndolo en parte de historia particular. Cuando hablamos de profesión, es porque a trabé de ella, como actividad central de nuestra vida, vamos haciendo realidad nuestra propia misión en el mundo. 1º) Debemos tomar conciencia de nuestra vocación profesional. Hay que descubrir la vocación a la que me siento llamado y que debo ejercer por medio de una profesión. Vocación profesional no es lo mismo que ser funcionario de rutina, que ejercer una actividad concreta. Debo investigar el para qué de mi actividad y así descubriré las motivaciones de mi trabajo. 2º) Trabajar por vocación: unas personas se sienten realizadas y felices con su trabajo; muchas otras no están a gusto con la profesión que ejercen. Trabajar por vocación alude a la vocación de aquellos en los que la profesión ó dedicación principal al trabajo coincide con las aptitudes, disposiciones y gustos personales. Rasgos de los que trabajan por vocación: a) Adaptación; hay un ajuste entre aptitudes e inclinación con la dedicación al trabajo. b) Satisfacción; trabajar así produce gozo y satisfacción, son personas que contagian felicidad, dan la impresión de que todo les es fácil y natural. c) Rendimiento; éste será mayor que cuando se trabaja sin cualidades , forzado ó con desganas. d) Personalización; algunas personas se encuentran comprometidas con su trabajo, y esto les ayuda a la creatividad y realización personal. e) Superación; no contentos con lo conseguido, intentan superarse y hacerlo cada vez mejor.
3º Significación cristiana sobre nuestro trabajo a)Existe para cada hombre una misión que cumplir, una vocación ó una llamada por parte de Dios. Esta afirmación se encuentra repetidas veces en el Concilio Vat. II. “ b) Esta vocación nos viene de Dios (Ef. 1,3-5). c) Esta llamada es para todos los hombres sin distinción de razas, religión, cultura…… “La igualdad fundamental entre todos los hombres exige un reconocimiento cada vez mayor. Porque todos ellos, dotados de alma racional y creados a imagen de Dios, tienen la misma naturaleza y el mismo origen. Y porque redimidos por Xto. Disfrutan de la misma vocación y de idéntico destino”. I.M. 29) d) La vocación humana en general se concreta en cada hombre en una vocación particular y personal. (Rom. 12,4-8 1ª Cor. 12, 4s. y 27-31). En el ejercicio de la profesión encuentra el hombre el cauce ordinario para su realización personal. Este ejercicio será: Consciente Crítico Libre Creador “Los trabajadores deben tener la posibilidad de desarrollar sus cualidades y su personalidad en el trabajo mismo” (I.M. 67). d) En la concepción cristiana, la profesión es un servicio a favor de los demás. “El hombre no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera y desinteresada de si mismo a los demás” (I.M. 24). “La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la misión con Dios” (I.M. 19). Actitudes en el ejercicio de la profesión -Responsable: (consciente de la tarea y de sus deberes) -Competente: (conocimientos técnicos) -Laborioso: (activo, no perezoso) -Dialogante (buenas relaciones humanas) -Participativo (apto para trabajar en grupo) -Honesto (honrado) -Creativo Reflexión personal 1º ¿Existe realmente una vocación para todo hombre? 2º ¿Se humanizan y se realizan más los que triunfan más? 3º ¿Porqué hay tantos hombres insatisfechos de su trabajo? 4º A la hora elegir profesión ¿qué busco principalmente? ¿Dinero? ¿éxito? ¿ser yo mismo? ¿servir a Dios? ¿colaborar con los otros y con Dios a la construcción de un mundo mejor?. 5º El trabajo libera, dicen unos; el trabajo esclaviza, dicen otros. 6º ¿dónde está la verdad.
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